domingo, 22 de abril de 2012

22 abril 2012

ARTE Y SILENCIO: DEL SINSENTIDO COMO ÚNICA POSIBILIDAD




TABULA RASA
GALERÍA MARTA CERVERA: desde 28/04/11

(Mathieu K. Abonnenc, Lara Almarcegui, Mark Hagen, Jay Heikes, Joanna Malinowska, Mateo Maté, Clara Montoya, Adolfo Schlosser, Erin Shirreff)

“La posibilidad real de la utopía se une en una cumbre extraña con la posibilidad de la catástrofe”.
Adorno

Si la realidad es siempre una decisión política, pensar acerca del arte consiste en pensar una relación –cómo no, política- con la realidad y, sobre todo, pensar un futuro. Y, en este punto, pensar un futuro es, antes que nada, imaginarlo.
Imaginar…precisamente aquello que más nos cuesta llevar a cabo habida cuenta de que –y si de política se trata- parece no haber alternativa al hipercapitalismo. Benjamín ya nos trató de alertar –aún no siendo en absoluto utópico su pensamiento- de la necesidad de romper o interrumpir la continuidad entre presente y futuro para, de esta forma, dinamizar un progreso que tuviese la posibilidad de sortear con éxito el enorme poder del sistema: el conocimiento del futuro antes que nosotros mismos. Como sostiene Jameson, “la función política de la utopía consiste en interrumpir y/o romper nuestras ideas heredadas al respecto del futuro: romper ese futuro prefabricado”.
Así pues, la patente necesidad de replantear en términos políticos la realidad se ve amputada de raíz ante este poder adivinatorio, casi chamánico, del sistema que sabe justo aquello que va a ser el futuro incluso antes que nosotros. El juego de equilibrismo, aunque así dicho resulte casi indescifrable, es palmario y bien notorio: habiendo sustituido el conatus de Spinoza por el deseo libidinal, es ahora que cada ser –cada sujeto- se esfuerza en perseverar en aquello que desea y, más precisamente, en aquello que el sistema haga que desee. La cartografía es clara, la topografía desiderativa de la mercancía funciona como raíles bien trazados sobre los que es imposible descarrilar. Como diría Deleuze, el efecto precede a la causa.
Así las cosas, nuestra realidad es más que triste y desoladora: o somos incapaces de desear el futuro (Jameson), o lo único que somos capaces de imaginar es el desastre (Sontag).

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